
Cientos de personas desbordaron el jueves 8 de agosto (2019) el Aula Magna de la Facultad de Medicina (UBA). Fueron a escuchar y aprender sobre alimentos de productoras como Zulma y Maritza, integrantes de la UTT, del filósofo Darío Sztajnszrajber, de la periodista especializada en nutrición Soledad Barruti y de la coordinadora de la Cátedra de Soberanía Alimentaria, Miryam Gorban.
¿Alguna vez pensaste la comida? Seguro que ahora mismo estás
pensando, frente a esta pregunta, qué vas a comer esta noche o que no
tenés nada en la heladera, o que deberías comer más sano o como te
gustaría comerte un alfajor desbordante de dulce de leche en este mismo
momento. ¿Pero alguna vez te pensaste -o nos pensaste- de verdad a
través de los alimentos? ¿Alguna vez pensaste que el mundo gira
alrededor de los alimentos?¿Alguna vez aprendiste cómo nos alimentamos?
¿Fuiste a la escuela? ¿Fuiste alguna vez alumno?¿Todavía lo sos? ¿No es
que nunca dejamos de ser alumnos? ¿Sabías que ser alumno significa estar
permanentemente alimentándose?
Alimentamos nuestro saber, alimentamos nuestro conocimiento,
alimentamos nuestra educación, alimentamos nuestra economía, pero rara
vez alimentamos nuestro alimento. Satisfacemos nuestra necesidad de
alimento, disfrutamos y gozamos de nuestro alimento, producimos nuestro
alimento. Pero no pensamos nuestro alimento porque si pensáramos nuestro
alimento, no nosotros, no cada uno de nosotros, sino todo el mundo, se
alimentaría de otra manera. Si pensáramos nos hubiésemos dado cuenta
antes de que, como dice Soledad Barruti, “comemos como zombies sin pensar de dónde vienen los alimentos”.
Si pensáramos en ello nos hubiésemos dado cuenta antes, como dice
Nahuel Levaggi, que la única forma de pensar la alimentación es en forma
solidaria porque los alimentos se producen y se consumen, y “si no hay dignidad para quien produce o para quién consume no hay alimentación ni sana ni saludable ni soberana ni pensada”. Si pensáramos los alimentos, nos hubiésemos dado cuenta antes, pero mucho mucho antes, que como dice Darío Sztajnszrajber, “cuando nos alimentamos estamos aprendiendo”.
A aprender. A eso fueron cientos de personas que se congregaron el jueves 8 de agosto por la tarde en el Aula Magna de la Facultad de Medicina (UBA). A escuchar a productoras de alimentos como Zulma y Maritza, integrantes de la Unión de Trabajadores de la Tierra, al filósofo Darío Sztajnszrajber, a la periodista especializada en nutrición Soledad Barruti y a la coordinadora de la Cátedra de Soberanía Alimentaria, Miryam Gorban. A compartir saberes. A pensar los alimentos.
La primera en hablar fue Zulma Molloja. Para pensar los alimentos hay
que pensarlos desde el origen, desde la semilla, desde las mujeres y
las familias que los producen y bajo qué condiciones. “Soy una
pequeña productora, trabajo en la quinta. Nosotras vivimos en casas muy
precarias, muy seguido nos quedamos sin techo y sin casa, sufrimos el
frío. Pagamos de 8 mil pesos a 18 mil pesos de alquiler y la luz entre
22 mil y 30 mil. Es una locura total, es una realidad que no queremos
pasar. La suba del dólar nos afecta, las semillas, el nylon, el goteo,
la tierra que no es nuestra. Construimos nuestras casas madera por
madera y cada tres años nos quieren desalojar, y tenemos que volver a
mudarnos, volver a armar otra casa madera por madera en una tierra
pelada; sin escuelas para nuestros hijos, sin transporte público, sin
caminos. Siempre tenemos que empezar de nuevo”. Zulma habla y ya
podemos empezar a pensar. Pensar por qué la semilla se paga en dólares
cuando la semilla es algo que da la naturaleza. Pensar por qué quienes
producen alimentos no tienen tierras, pensar por qué los hijos y las
hijas de las familias productoras no pueden aprender en la escuela, bajo
las mismas condiciones que hijos e hijas de otras familias. Pensar si
puede ser posible alimentarnos si quienes producen los alimentos no
tienen las condiciones necesarias para producirlos.

Repasemos: Si pensamos cómo nos alimentamos -no individualmente sino
globalmente-no damos cuenta de que no nos alimentamos bien. Si seguimos
con este modelo de producción, no estamos pensando los alimentos. Si
aprender es alimentarse, y alimentarse es aprender, tenemos que
aprender a alimentarnos. Si aprendemos a alimentarnos, aprendemos que no
es lo mismo alimentarse de un modo o de otro.
“¿Sabemos cómo llegan los alimentos a los supermercados?”, pregunta
Soledad Barutti para que pensemos en lo oculto, en aquello que no vemos
de los alimentos. “Cuando entras a un campo donde se producen
animales hay olores que impresionan. El olor a tóxico te queda en el
cuerpo y es recurrente. Hay gritos y mugre que no se ven en los
supermercados. La realidad está escondida, y cuando corres la cortina,
ves que nos alimentamos y consumimos escenarios de crueldad, horror y
vulneración de derechos. Comemos como zombies, sin pensar. Nos
devoramos entre nosotros. Nadie sabe cómo llegan los alimentos a los
supermercados. Y está todo perfectamente programado todo el tiempo para
que eso suceda, para que no nos cuestionemos y se mantenga en la
invisibilidad. Nada nos pica en esta sociedad. Consumimos cosas
adictivas que adormecen el cerebro”. Tenemos que pensar urgente. Pensar los alimentos para poder alimentarnos de verdad.
Pensar qué alimentación queremos y necesitamos. Y para quiénes: “En
momento de elecciones deberíamos reclamar que en nuestro país se hable
sobre el territorio alimentario, sobre cuál es el plan”, reclama Barruti.
Se vienen las elecciones y no se habla de alimentos.
Y, como explica Sztajnszrajber, si no hablamos de cómo alimentarnos, no
hablamos de cómo educarnos. Si no nos alimentamos, no pensamos y
tampoco nos pensamos. “Estamos a días de que este gobierno se caiga
y no hay una discusión del modelo agropecuario. Si no pensamos en cómo y
quién produce los alimentos, nunca vamos a discutir cómo democratizar
la producción. La política no es un acuerdo de precios con Marolio. La
Serenissima o los productos de Monsanto y Bayer”, dice Nahuel
Levaggi y el Aula Magna explota en aplausos. Porque todas las personas
presentes quieren que se vaya Macri pero también saben que con eso no
alcanza. ¿Qué modelo agropecuario queremos? ¿Y si pensamos cómo es el
modelo que queremos? “Las principales cadenas creemos que
son los supermercados pero la principal cadena es en nuestra cabeza, es
romper la cadena del pensamiento actual, hay que construir la tenaza que
la rompa y esa tenaza es la solidaridad”.
Sí, la solidaridad es el modelo. Si pensamos, si aprendemos, si volvemos a ser alumnos, volveremos a ser solidarios y solidarias. “Fue la solidaridad lo que cambió nuestras vidas. Aprendimos a solidarizarnos con nuestros compañeros”, cuenta Zulma. La solidaridad y la unión aglutinó a las familias productoras en la UTT.
“Y ahora son los consumidores y no los intermediarios quienes nos
ayudan a seguir produciendo y seguir avanzando. Y somos nosotros mismo
quienes ponemos el precio justo para nosotros pero también para el que
come y compra alimentos”.
Pensar los alimentos nos lleva a pensar que una alimentación pensada no puede estar dominada por el egoísmo:
“El sentido común indica que hay que comer para sobrevivir y que en
nombre de la comida todo vale. Está tan instalada esa especie como de
apología del egoísmo donde la comida es lo primero de todo que no nos
damos cuenta que hay otros caminos”, reflexiona Sztajnszrajber.
El camino obvio, el que nos presentan como el normal y el natural, es aquel que, dice Soledad Barutti,
“Nos mienten, nos venden a los argentinos al mundo como productores de
alimentos y en realidad lo que tenemos es un país de señores de la
Sociedad Rural Argentina que perpetúan sus negocios y su manera de mal
alimentar a toda la población”. Pero podemos también pensar los alimentos. Y ahí descubrimos el modelo de la solidaridad: “Volver
a creer en lo humano. Estamos en el precipicio, pero tenemos
herramientas para salir de este embrollo. El trabajo de los productores
es de resistencia, honestidad y cooperativismo para ponerle un freno a
la destrucción a la que nos están exponiendo. Para sacarnos de estos
encantos e hipnosis que nos están poniendo todo el tiempo. Necesitan de
nuestra cooperación y nuestra existencia”.

FOTOS: PEPE MATEOS
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